domingo, 29 de septiembre de 2013

Área 81


Stephen King tiene la extraña facultad de poner el vello de punta y los nervios a flor de piel en un relato corto de apenas cincuenta y siete páginas. Poco más de una hora he empleado en leer este cuento macabro, pero los últimos treinta minutos han sido de tensión. Porque cuando aparecen niños en los cuentos de King, no sabemos nunca si morirán todos, si se salvarán algunos, si todos sobrevivirán… Y podemos ver y sentir a esa pobre niña Rachel de seis tiernos añitos, cuidando de su pequeño hermano tras la horrenda desaparición de sus padres, “engullidos” por un malvado coche parecido a otros a los que King nos tiene vagamente acostumbrados, siendo ignorada en sus advertencias porque al fin y al cabo, sólo es una niña.

Menos mal que en estas historias siempre hay un héroe. Y el héroe inteligente es Pete, que con sus diez años y con su primera resaca, saca fuerzas de flaqueza para tratar, al menos, de solucionar el problema de manera muy creativa. Tan creativa como sólo si tuviéramos diez años nos podríamos imaginar.

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