sábado, 31 de enero de 2015

David Copperfield


Supongo que nada puedo decir de esta maravilla que no se haya dicho ya. Si Dickens es quién es, es en gran parte gracias al niño abandonado por su padrastro, al niño que huye de su vida transformada en un suplicio y camina millas y millas buscando una salvación.

Este libro ha estado en mi casa desde que yo era una niña y no recuerdo cuántos años tenía cuando lo leí por primera vez. Pero puedo decir que esta última vez, aún sabiendo exactamente qué iba a ocurrir, no he podido evitar emocionarme y llorar una vez más. Con Steeforth, tan querido por nuestro protagonista y tan canalla. Con la dulce Emily, tan buena y tan engañada. Con la dulce esposa-niña de David, Dora, quien nunca debió convertirse en una mujer. Con Inés, tan leal y bondadosa. Con la tía de David, con Peggotty, y con todos y cada uno de los personajes que hacen que esta maravillosa novela no envejezca nunca y permanezca donde está, en la cumbre de la literatura, para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario