jueves, 14 de abril de 2016

Rosy y John


Pierre Lemaitre sabe crear un clima de angustia en sus novelas de corte policíaco, de tal manera que hay que seguir avanzando y avanzando para acabar y dejar de sufrir.
En esta ocasión, la tercera entrega del desgraciado policía Verhoeven (aunque en esta novela no es tan desgraciado) comienza con la explosión de una bomba en el centro de París. El responsable se entrega, y confiesa que hay seis bombas más escondidas en diversos lugares. A cambio de no hacerlas estallar, sólo pretende una cosa: que él y su madre sean liberados, enviados en un avión al extranjero, y se les haga entrega de tres millones de euros. Su madre está encarcelada por haber atropellado, de manera deliberada, a su novia (con la que se iba a ir a vivir).
Verhoeven entra en la psicología del terrorista, y comprende que no hay más solución que dejarle marchar, si no quieren hacerse responsables las autoridades de un montón de muertes. Casi, casi llega a comprenderle, pero le falta un pequeño detalle…

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