lunes, 5 de febrero de 2024

¡Viven!



Creo que poco se puede ya decir sobre la odisea que vivieron unos jóvenes en los Andes. Un día de octubre de 1972, un equipo de rugby junto con familiares y amigos, emprendieron el viaje desde Montevideo en Uruguay, hacia Santiago de Chile. Un error humano hizo que viraran antes de atravesar los Andes, y acabaron estrellándose en medio de las montañas. Sobrevivieron más de la mitad al accidente, pero la búsqueda que de inmediato comenzó, no consiguió dar con ellos. Tuvieron que organizarse para sobrevivir, y pusieron a prueba su capacidad de resistencia, sobre todo cuando, llevando ya unos días viviendo en la nieve, un alud nocturno acabó con la vida de algunos de ellos. Comprendieron que solo se salvarían por sí mismos, pues el avión era invisible desde las alturas, y enviaron una expedición que consiguió contactar con la civilización, diez semanas después.

Lo que todos conocemos y de lo que se habló en su día fue de la dieta que inevitablemente les mantuvo con vida: la carne de sus amigos muertos en el accidente. Pero no es lo más importante, pues la capacidad de sacrificio, la organización y la ambición por salir es mucho más grande que la simple anécdota de la alimentación.

Leí el libro hace probablemente veinte años y ahora lo he releído. No me ha decepcionado.

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