Aitor es un policía de
baja, tras un asunto bastante turbio (acabó con tres sicarios que venían a por
él con un explosivo), que está pendiente de reincorporarse tras pasar por Asuntos
Internos. Pero cuál será su sorpresa cuando su sobrino Denis, con el que apenas
mantiene relación pero con el que de niño ejerció de padre, es detenido y
acusado de asesinato.
Tras hablar con él, empieza
a sospechar que su sobrino ha sido víctima de una trampa, que querían
incriminarle en el asesinato y peor aún, descubre que han puesto precio a la
cabeza del muchacho. Con ayuda de algunos policías con los que mantiene amistad,
con mucho olfato y saltándose una gran cantidad de normas, empieza a
investigar. Cuál será su sorpresa cuando el principal testigo, un alcohólico y
jugador al que está siguiendo clandestinamente, es degollado en su casa. Ahí
comienza a atar cabos, a tirar de los hilos, hasta verse hasta el cuello metido
en una trama que puede acabar con su vida, la de sus hijas y la de todo el que
se relacione con él.
Las últimas cien páginas
son trepidantes, con un viaje en coche acompañado de Olaia, otra joven policía,
desde Vizcaya hasta Extremadura, con la policía persiguiéndoles y ellos
buscando la pieza final. Como siempre, Mikel Santiago nos engancha.
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