lunes, 6 de mayo de 2024

Tokio blues



No había leído nada de Murakami y hace unos días una amiga se extrañó de ello. Por eso, decidí leer Tokio blues, y la experiencia ha sido extraña.

Es una novela que me ha recordado a la inolvidable El guardián entre el centeno, aunque los matices son diferentes. El narrador, Watanabe, es un ejecutivo de 37 años que nos cuenta un par de años convulsos que pasó en Tokio, sus dos primeros años universitarios, que coincidieron con las revueltas de finales de los 60. Pero lo importante no es las huelgas estudiantiles, sino sus relaciones personales. Principalmente con las mujeres.

Naoko y Midori son las dos jóvenes que ocuparán el corazón de Watanabe, primero una y luego otra. Son difícilmente comparables, pues Naoko es una chica con serios problemas mentales derivados de haber encontrado muerta a su hermana mayor, suicida, y de haber perdido también de la misma manera a su novio Kazuki, con 17 años. Watanabe era el mejor amigo de Kazuki, y esta circunstancia les lleva, meses después, a encontrarse en Tokio, en la universidad, y entablar una extraña relación.

Midori, por su parte, es un torbellino, que dice lo que piensa y piensa muchas cosas, muy seguidas, y muy deprisa. Ella y Watanabe entablan una relación de amistad que se convertirá poco a poco en otra cosa a la que resultará difícil poner nombre.

Según he estado leyendo, es un libro que retrata muy bien la sociedad japonesa, y dos cosas sobre todo me han llamado la atención. Primero, la naturalidad con la que se trata el suicidio, y segundo, el desarraigo familiar de unos jóvenes de apenas dieciocho años de sus familias de origen. Igualito que en España, donde nuestros hijos si se van a la universidad, vuelven y vuelven, y las familias felices de que vuelvan y vuelvan.

Un buen libro, cuyos personajes me acompañarán en mis recuerdos durante una temporada.

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