Louise May Alcott escribió en su día una serie de obras juveniles
o no, de carácter marcadamente moralista. La segunda parte de esta novela
estuvo en mi casa cuando era niña, y la recuerdo con mucho cariño. Por eso,
cuando cayó en mis manos la posibilidad de leer este pequeño exponente de la
literatura del siglo XIX estadounidense, no lo dudé.
Rosa es una niña de trece años que acaba de quedar huérfana de
padre, tras serlo también de madre desde hace muchos años. Queda al cuidado de
su tutor, su tío Alec, y del resto de su numerosísima familia, compuesta por tíos
y tías, tías abuelas y, sobre todo, sus siete primos. Rosa es una rica
heredera, y en su casa vive como criada la pequeña Phoebe, que se acaba
convirtiendo en una amiga fiel para ella.
La educación y las normas que su tío Alec propone para Rosa se
basan en el sentido del honor, la moralidad y el trabajo, nunca reñido con la
diversión con los primos. Primos que son muy diversos: el responsable Archie,
el despistado Mac, el príncipe Charlie, el dandy Steve… cada uno con su carácter,
fielmente reflejado por la escritora, que, aunque centrándose en su
protagonista Rosa, no deja de lado a ninguno de los chicos.