En la cuarta entrega de Harry Potter, nuestro protagonista se ve inmerso
en una competición entre tres escuelas de magia: Beauxbeatons (Francia) y Durmstrang
(este de Europa). Sin pretenderlo ni haberlo solicitado, su nombre aparece en
el cáliz de fuego, quien le obliga a participar en el torneo de los Tres Magos.
Tras pasar por duras pruebas (esquivar a un dragón para conseguir su huevo,
salvar del fondo marino a su amigo Ron y a alguien más) llega la prueba final,
un laberinto plagado de peligros.
En el final, mágico y sorprendente, Harry consigue empatar con
Cedric Diggory y llegar a la meta conjuntamente. Pero la trampa de Voldemort
está servida, y la resurrección del malvado mago vendrá de la mano de la sangre
de su enemigo: Harry.
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