El otoño y la lluvia
llegan a Nápoles, en un final de octubre de 1931 con una húmeda sensación de
desazón e inestabilidad. Un niño de la calle es encontrado muerto en una
escalinata, y tras realizarle la autopsia se comprueba que el niño comió veneno
para ratas. Pero esta muerte ¿fue accidental, o fue un asesinato? Ricciardi
sospecha (en realidad, sabe) que el niño no murió donde fue encontrado, pues no
ve su fantasma en sus últimas convulsiones, como le ocurre siempre que está en
un escenario de muerte violenta.
La vida del niño,
que dormía en una parroquia, no es tan amable como parecía en un principio. Maltrato,
acoso por parte de otros niños, pero también el cariño de una joven dama que le
sacaba a pasear y le hacía pequeños regalos. La vida de Matteo es complicada,
sus orígenes tampoco son claros, y Ricciardi, con ayuda del sargento Maiones,
buscará la verdad.
En el mientras
tanto, la vida personal del comisario se tambalea entre las atenciones de la
hermosa Livia, que quiere a toda costa seducirlo y convertirlo en su pareja, y
la decorosa y formal Enrica, que vive frente a su ventana.
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