Un thriller ambientado en la Australia profunda. Esa Australia de
la que no se habla, esa Australia cálida, desértica, donde parece que no ha
llegado el progreso. Es una Australia donde los rumores pueden llegar a hacerse
ley, donde la mezquindad de unos pocos se ve reforzada por la desidia del
resto. Una Australia diferente.
A Kiewarra, un pueblo perdido, llega Aaron, antiguo habitante del
lugar, del cual se fue siendo adolescente cuando fue injustamente relacionado
con la muerte de la joven Ellie, amiga suya y casi enamorada, hace veinte años.
Llega atendiendo la llamada del padre de su mejor amigo de entonces, Luke,
quien aparentemente ha matado a su esposa y a su hijo y luego se ha suicidado.
Los padres de Luke no creen la versión oficial y Aaron, miembro de la policía
(aunque especializado en delitos financieros) comenzará a investigar.
Pero el pueblo no olvida, y la estancia en Kiewarra se transformará
en un infierno para él. Pero no ceja en su empeño, y ayudado por el único policía
local hablará con unos y con otros, siempre pensando que este crimen tan
incomprensible está relacionado con el de hace veinte años.
La sensación de calor asfixiante que se respira durante todo el
libro alcanzará su clímax en la escena final, donde el riesgo de incendio
aumenta y aumenta… En conjunto una excelente novela, que entretiene y mantiene
hasta el final la incógnita, con unos personajes creíbles y entrañables.
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