domingo, 18 de octubre de 2020

Las tinieblas y el alba

 


Ken Follett saba dibujar unos personajes verdaderamente entrañables. En esta ocasión, en la precuela del maravilloso Los pilares de la tierra, hay tres protagonistas.

Ragna es una joven de la nobleza normanda que, enamorada, se trasladará a Inglaterra para casarse. La pasión y el amor que siente por su marido se mantendrán durante apenas unos pocos años, cuando este la decepcione profundamente al encapricharse de una esclava.

Edgar es un joven de familia humilde, trabajador y honesto, que pierde a manos de los vikingos todo lo que tiene, y tendrá que trasladarse a una remota y pequeña aldea junto con su familia, donde volverán a empezar.

Aldred es un monje cuyas inclinaciones sexuales han causado problemas, pero que trata de hacer todo lo mejor posible, en nombre de la justicia divina y de la de los hombres.

Estos son los personajes “buenos”. Pero hay algunos muy, muy malvados. No tanto el marido de Ragna, quien en realidad es un inconsciente, sino sobre todo su madrastra y sus hermanastros, para quienes Ragna es una rival en los juegos de poder. Juegos de los que saldrá primero la aldea, luego la ciudad y finalmente, el obispado de Kingsbridge.

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