Ken Follett saba dibujar unos personajes verdaderamente entrañables. En esta ocasión, en la precuela del maravilloso Los pilares de la tierra, hay tres protagonistas.
Ragna es una joven de la nobleza normanda
que, enamorada, se trasladará a Inglaterra para casarse. La pasión y el amor que
siente por su marido se mantendrán durante apenas unos pocos años, cuando este
la decepcione profundamente al encapricharse de una esclava.
Edgar es un joven de familia humilde, trabajador
y honesto, que pierde a manos de los vikingos todo lo que tiene, y tendrá que
trasladarse a una remota y pequeña aldea junto con su familia, donde volverán a
empezar.
Aldred es un monje cuyas inclinaciones
sexuales han causado problemas, pero que trata de hacer todo lo mejor posible,
en nombre de la justicia divina y de la de los hombres.
Estos son los personajes “buenos”. Pero hay
algunos muy, muy malvados. No tanto el marido de Ragna, quien en realidad es un
inconsciente, sino sobre todo su madrastra y sus hermanastros, para quienes Ragna
es una rival en los juegos de poder. Juegos de los que saldrá primero la aldea,
luego la ciudad y finalmente, el obispado de Kingsbridge.
No hay comentarios:
Publicar un comentario