Harriet es una niña de
doce años, una preadolescente cuyo hermano mayor, Robin, fue asesinado cuando
ella contaba apenas con meses de edad. Desde entonces, su madre cayó en una
depresión de la que no ha salido aún, y su padre se alejó y vive en otra ciudad
consolándose con otras mujeres. Aun así, Harriet no se siente abandonada, pues
siente el cariño de Ida, la mujer que se ocupa de las labores domésticas de su
casa, y de su abuela Edie y sus tías abuelas, procedentes de una familia
adinerada venida a menos.
Harriet va y viene con su
amigo Hely, pasando el cálido verano de un pueblo del sur estadounidense. Quiere
saber quién acabó con la vida de su hermano, y castigar al que lo hizo. Está
segura de haberlo averiguado, y con la ayuda de Hely planea lo que puede
considerarse un juego de niños, pero que puede acabar yéndose de las manos…
El libro comienza de una
manera excesivamente lenta, con largas descripciones de los personajes, cosa
que puede llegar a hacerse algo pesado. Luego avanza de manera implacable,
metiendo a nuestros dos jóvenes protagonistas en líos cada vez más complicados.
Y acaba de una manera desconcertante, por no decir que no acaba… Quizá lo peor
sea el final, un final que deja un sabor de boca extraño, con ganas de saber
qué pasó exactamente con Robin hace doce años, y qué pasa ahora con nuestros
protagonistas, los buenos y los malos. Aunque ya no sepamos quiénes son los
buenos y quiénes no lo son.
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