Todos sabemos que en EEUU
es un riesgo vivir, y que la tasa de muertes violentas por cada 100000
habitantes es quizá la más alta del mundo desarolado (datos facilitados por mi
hijo mayor, que me informa puntualmente de estadísticas diversas).
Por eso, cuando en Phoenix,
Arizona, aparece el cuerpo maltratado de un anciano judío, nadie se sorprende.
La pareja de detectives que inicia la investigación parte de la hipótesis de
que quizá se trata de un crimen cometido por alguna de las pandillas neonazis
que existen en la ciudad. Pero indagando en las escasas pistas de que disponen,
la investigación da un giro al comprobar que en realidad se trata de una
venganza, hacia un judío que quizá no se comportó bien con los suyos durante la
guerra. La persecución de la asesina por varias ciudades de EEUU culmina con su
acorralamiento (nunca mejor dicho) en una granja, teniendo como rehén a una
anciana.
Un thriller que, aunque no
mantiene la intriga de quién será el asesino (lo sabemos casi desde el
principio) sí que nos engancha con la historia de hace setenta años
transcurrida en Polonia, y que desemboca en la serie de crímenes que la novela
nos narra.