Una carretera solitaria,
oscura y rodeada de árboles, curvas y más curvas, un conductor un poco borracho…
y un hombre salido de la nada aparece de repente. Un mal golpe y el pobre
hombre muere en los brazos del conductor, que resulta ser Chucks, un músico de
prestigio que pelea con sus fantasmas: el alcohol, los tranquilizantes y las
paranoias que ya le acecharon en el pasado. Puede parecer un simple accidente,
pero Chucks huye del lugar. Y sorprendentemente, cuando vuelve allí, no hay ni
rastro del accidente. Y cuando quiere confesar su crimen, nadie le cree. ¿Puede
ser una invención de su mente?
Cuando Chucks muere en su
piscina, al parecer accidentalmente, su mejor amigo entra en el mismo bucle que
este creó, convenciéndose de que algo hay oculto en la pequeña sociedad que
existe alrededor del pueblecito aparentemente idílico donde residen. ¿Hasta qué
punto un escritor que también lidia con sus fantasmas, ha podido caer en el
mismo hoyo que su amigo? ¿Hay algo de verdad en toda la historia, o es producto
de una desmedida imaginación?
De nuevo, Mikel Santiago
nos atrapa con un thriller que no podemos parar de leer, responsable de mis
pocas horas de sueño durante los dos últimos días.
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