Este es un buen ejemplo de
cómo se puede crear, con apenas cuatro personajes, una atmósfera inquietante.
Dos historias paralelas que
no parecen tener ninguna conexión, y que en los últimos capítulos descubren su
nexo. Por un lado, una pareja en la cincuentena, con serios problemas
conyugales de comunicación, inician un viaje en coche que les lleva a una zona
de la Cataluña profunda. Por otro lado, dos preadolescentes viven sus juegos y
sus fantasías en una casa escondida en medio del bosque.
La historia avanza e
inquieta, inquieta mucho. No pasan grandes cosas pero la angustia crece y no he
podido parar de leer. Aunque el final, sinceramente, me ha dejado con un sabor
de boca un tanto agridulce.
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