lunes, 6 de febrero de 2012

El conde de Montecristo


Dumas es magistral. Aunque, tras leer por cuarta o quinta vez “El conde de Montecristo” haya descubierto que escribía con la ayuda de colaboradores que muchas veces hacían el trabajo sucio. Así que, quizá, debería decir que Dumas y sus colaboradores eran magistrales.
Es la historia de una venganza impecablemente planeada e implacablemente ejecutada. Es la historia de un hombre mortal que al creerse con la potestad de administrar justicia, la administra. Es la historia de una pasión juvenil horriblemente mutilada por la envidia y los celos. Es, en suma, una maravilla que traslada al lector al siglo XVIII y a una serie de aventuras, desventuras, amoríos, desengaños, nacimientos, asesinatos, agonías y esperanzas como pocas veces se han escrito ni se escribirán.

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