La sexta y última entrega de las andanzas de Ayla y Jondalar
relata la vida de esta pareja tras tener a su hija, Jonayla, en esta Tierra de
las Cuevas Pintadas que es la actual Aquitana, en el suroeste francés.
Ayla continúa con su entrenamiento como Zelandoni (sacerdotisa y
curandera) y descuida su relación con Jondalar, cosa que dará lugar a
malentendidos y crisis de pareja. A la vez, recibe una revelación de la Gran
Madre Tierra, quien le comunica el papel del hombre (desconocido hasta
entonces) en la concepción de un bebé, cosa que cambiará el pensamiento y las
actitudes de la gente con los resultados que todos y todas conocemos.
Dicen que segundas partes nunca fueron buenas. Discrepo con esta
afirmación, pues la segunda parte de esta saga de Los Hijos de la Tierra me
pareció una maravilla. Pero llegar hasta la sexta parte me ha parecido
excesivo, y esta última novela me ha aburrido durante muchos de sus capítulos.