No me gustan especialmente las novelas de vampiros. Esta la comencé pues vi hace un tiempo la película (que muchos consideran una obra maestra) y me gustó. Siempre me ha parecido que el libro mejora a la película, y creo que una vez más, es cierto.
La historia se narra desde diversos puntos de vista. El principal
es el de Oskar, un niño de doce años que vive acosado en la escuela por varios
compañeros. Esta situación le convierte en casi un solitario hasta que conoce a
una nueva vecina, Eli, que se convierte en una compañera para las tardes de
invierno en su patio. Lo que no sabe es que Eli es en realidad un vampiro que
lleva doscientos años viviendo y bebiendo sangre, y que ahora vive con una
persona que no es su padre como aparenta, sino simplemente alguien que le ayuda
a conseguir su alimento.
Por otra parte, hay en el pueblo un grupo de personas que se reúnen
en un bar, principalmente a beber, grupo que nos hace reflexionar sobre el estado del bienestar sueco. No podemos evitar cogerle un poco de cariño
a Lacke, un pobre desgraciado que se acaba implicando en la historia cuando Eli
ataca a su amiga Virginia, sin conseguir acabar con ella y “convirtiéndola”.
Por el camino, alguna otra conversión, mucha desdicha por parte
de Oskar en sus relaciones familiares y escolares, y mucho cariño recibido por
parte de Eli. Y finalmente un desenlace sangriento y macabro, como no podía ser
de otra manera en una novela de vampiros.
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