De nuevo Johan Theorin localiza su
novela en la isla de Öland, en el mar Báltico sueco. En esta ocasión, en pleno
invierno, un invierno espantoso (por lo menos para una española como yo), con
temperaturas de veinte grados bajo cero y tormentas de nieve. Una familia se
muda a una casa antigua cerca de un faro, pero a los pocos meses la mujer se
ahoga en el mar. El marido sigue adelante con sus dos hijos, entre fantasmas
que rondan la casa. Quizá esta parte es la que menos me gusta, pues por mucho
que existan leyendas sobre aparecidos me fío más de la realidad de las maldades
y bondades de los vivos.
Uno de los protagonistas de la
primera novela de Theorin, Gerlof, tiene un papel secundario en esta, relatando
a una joven policía y pariente lejana, recién trasladada a la isla, la historia
familiar. Se entremezcla la historia de
unos ladrones que desvalijan a lo largo del otoño las casas deshabitadas y no
tan deshabitadas. La vida familiar del matrimonio también tiene su papel, tanto
el personaje de Ethel (la hermana muerta del marido) como la madre de la
esposa.
En conjunto, un buen relato aunque
un tanto tétrico. Personajes bien creados y con los que podemos llegar a sentir
una gran empatía. Una trama llevada al límite, con su clímax en medio de una
tormenta espantosa que espero no vivir jamás. Si voy a Suecia un día, será en
verano.
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