Primer libro del año, leído en
2016. La continuación de El último catón, novela de Matilde Asensi que
hace unos años maravilló y se convirtió en un best seller. Los personajes son
los mismos. Ottavia, antigua monja italiana procedente de una familia mafiosa, Farag,
su casi ateo esposo, y Kaspar, antiguo trabajador a las órdenes del Vaticano y
que al finalizar el libro se convirtió en Catón o jefe de la secta que perseguían.
Farag y Ottavia viven felizmente
instalados en Toronto con su sobrina Isabella, cuando la adinerada familia
Simonson solicita sus servicios como investigadores. El objetivo es encontrar
los osarios de Jesús de Nazaret y su familia directa (entre ellos, hermanos). Por
supuesto, esto es una herejía para los cristianos, pues según sus enseñanzas, el
cuerpo de Cristo resucitó y jamás tuvo hermanos. La pareja, obligada por
diversas circunstancias, se lanzan a la búsqueda tras la aparición de Kaspar,
su antiguo compañero de fatigas. También se unirá Abby, la nieta de los Simonson,
implicada al máximo en el asunto.
Un primer viaje a Mongolia da una
pista para seguir, y nuestros protagonistas entrarán en Israel para buscar los
osarios. Bajo una montaña, tendrán que atravesar diversas pruebas, guiados por
las bienaventuranzas y acompañados por un joven experto judío y una arqueóloga
musulmana.
La primera parte del libro es
lenta y a veces se hace un poco pesada. Toda la parte del viaje a Mongolia podría
haberse obviado y haber llegado a lo verdaderamente interesante. Lo mejor, las últimas
ciento cincuenta páginas, bajo la montaña, pasando agobiantes pruebas una tras
otra, hasta llegar a la última y a su objetivo.
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