Finaliza la trilogía de la Ciudad
Blanca. Hemos visto a mi querido Kraken sufrir en silencio, pasar su duelo por
tantos amigos muertos a lo largo de las dos novelas anteriores. Le hemos visto
enamorarse hasta los huesos de Alba, su jefa, le hemos visto asumir con
naturalidad su dudosa paternidad, le hemos visto cuidar de su abuelo centenario
y de su hermano…
Y en esta ocasión, le vemos perseguir
a un asesino que se basa en una novela, en un best seller que transcurre en la
Vitoria medieval, y que mata como mataban en ella. Le vemos, con ayuda de
Estíbaliz, su compañera y casi hermana, sospechar y casi acorralar a un
personaje extraño, un personaje de los que ya no quedan, un señor casi casi
medieval. Es cierto que a veces, las apariencias engañan, las personalidades
engañan, incluso los muertos engañan.
Finaliza, sí, y finaliza con
sorpresa. Con sorpresa no totalmente inesperada, también es cierto. Y,
tristemente, he de decir, que esta tercera parte no ha llegado, desde mi punto
de vista, a la maravilla que fueron las dos anteriores. Es una buena novela,
sí, pero no está a la altura de sus predecesoras.
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