Conocí las novelas de César Pérez Gellida hace ya varios años, y me enganchó a la historia de asesinatos por Valladolid. En esta ocasión y con el premio Nadal en el bolsillo, Bajo tierra seca nos narra la historia de Antonia Monterroso, una mujer que no deja indiferente a nadie a su paso.
La historia transcurre en
1917, en plena epidemia de la mal llamada gripe española, en la España profunda
de miseria y caciquismo. El teniente Gallardo, guardia civil en Almendralejo
(Badajoz) se desplaza a Zafra para investigar el incendio que ha terminado con
la hacienda Monterroso, propiedad de la Viuda, como es conocida Antonia
entre sus vecinos. Antonia es una mujer extremadamente atractiva, apasionada y
visceral, ambiciosa y sexualmente activa. Tuvo una niñez y adolescencia muy
complicada, y ha aprendido a utilizar a los hombres para enriquecerse.
Entre los restos del
incendio aparece el cadáver calcinado de una mujer que parece ser Antonia.
Porta la dentadura postiza de esta, una maravilla de porcelana y oro que cuesta
una buena cantidad de dinero, por lo que es identificada sin ningún género de
duda. Gallardo es un personaje peculiar, antiguo soldado en Filipinas donde se
convirtió en adicto al opio (circunstancia que será una de las que marquen el
devenir de la historia), y un hombre tenaz que no cejará hasta que sepa todo lo
que ha ocurrido.
Tal y como Gellida nos
tiene acostumbrados, un thriller con infinidad de personajes, a cuál más
interesante: el capataz de la finca, enamorado de la Viuda; Rosario, prostituta
por obligación; Pacheco, fiel a su teniente… Y el corrupto, y el malvado, y la
tía cariñosa… Un sinfín de caracteres que, bien hilados (y muchos, bien
matados), nos cierran finalmente el último capítulo de una manera redonda.