Creo que poco se puede ya
decir sobre la odisea que vivieron unos jóvenes en los Andes. Un día de octubre
de 1972, un equipo de rugby junto con familiares y amigos, emprendieron el
viaje desde Montevideo en Uruguay, hacia Santiago de Chile. Un error humano
hizo que viraran antes de atravesar los Andes, y acabaron estrellándose en
medio de las montañas. Sobrevivieron más de la mitad al accidente, pero la búsqueda
que de inmediato comenzó, no consiguió dar con ellos. Tuvieron que organizarse
para sobrevivir, y pusieron a prueba su capacidad de resistencia, sobre todo
cuando, llevando ya unos días viviendo en la nieve, un alud nocturno acabó con
la vida de algunos de ellos. Comprendieron que solo se salvarían por sí mismos,
pues el avión era invisible desde las alturas, y enviaron una expedición que
consiguió contactar con la civilización, diez semanas después.
Lo que todos conocemos y
de lo que se habló en su día fue de la dieta que inevitablemente les mantuvo
con vida: la carne de sus amigos muertos en el accidente. Pero no es lo más
importante, pues la capacidad de sacrificio, la organización y la ambición por
salir es mucho más grande que la simple anécdota de la alimentación.
Leí el libro hace probablemente
veinte años y ahora lo he releído. No me ha decepcionado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario