Ana es una joven madrileña
que trabaja en el mundo del arte, y tiene un maravilloso novio alemán, Konrad. A
mí maravilloso no me pareció desde un primer momento, pero parecía que a ella sí.
La manipulaba y trataba como si fuera su padre, indicándole lo que tenía que
hacer, que vestir, que comer… Vamos, una joya.
Konrad busca un
cuadro, El astrólogo, de Giorgione,
acerca del que Ana escribió su tesis doctoral. Konrad le pide, o mejor, le
ordena, que le ayude a buscarlo. Y Ana obedece. Su búsqueda le llevará a París,
donde Alain, quien también se dedica al arte, y en concreto, al arte expoliado
por los nazis, le prestará una gran ayuda.
Pero las cosas se
ponen feas cuando empiezan a suceder a su alrededor hechos inexplicables:
desapariciones, robos y amenazas. Todo parece acabar siempre con la historia de
Sarah Bauer, joven judía que vivió en París durante la II Guerra Mundial y cuyo
destino parece unido al de El Astrólogo.
Una descripción
angustiosa de la vida en una ciudad en guerra, durante una época en la que ser
judía podía conducir a la muerte en cuestión de horas.
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