La escritura de Julia
Navarro no es santo de mi devoción. Las historias no son malas, y en esta ocasión
las desventuras y penalidades de los judíos que emigraron a principios del
siglo XX a Palestina eran casi desconocidas para mí, y por tanto interesantes. Pero
los diálogos son forzados, y los personajes no son creíbles. Aún así, esta última
novela me ha servido para saber algo más sobre los años en los que se gestó la
creación del estado de Israel, con todos los sinsabores y las desgracias que
acarreó.
La novela trata
también de retratar con fidelidad la amistad que existe entre dos familias
residentes en Palestina. La de Ezequiel Zucker, descendiente de un judío ruso,
y la de los Ziad, musulmanes residentes en Palestina desde siempre. Pero no
acaba de convencer, aunque entiendo que muchas de esas amistades existieron, y
todas ellas se vieron obligadas a desaparecer por circunstancias políticas
ajenas a su afecto a través de los años.
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