Me habían
recomendado este libro como un libro absurdo y divertido. Estoy totalmente de
acuerdo. La historia, efectivamente absurda, es la siguiente: un señor que
cumple cien años se fuga ese mismo día por la ventana de la residencia de
ancianos donde vive. Se dirige a la estación de autobuses y entonces empiezan a
suceder cosas, comenzando por la oportunidad de llevarse una maleta de un
joven maleducado. Se la lleva, y la maleta está llena de dinero, y una cosa
lleva a otra, y se refugia en casa de un desconocido, y el comisario les
persigue, y se ven obligados a cometer algún crimen para escapar… Todo absurdo,
como la aparición de un elefante en la historia, pero todo perfectamente hilado
y haciendo comprender al lector que la vida es así y no podían actuar de otra manera.
La historia va saltando
del pasado al presente, y a la vez vamos conociendo la historia de Allan,
nuestro atípico protagonista, un niño sueco casi analfabeto y obsesionado con
los explosivos, de hecho experto en explosivos. El niño crece y le pasan cosas,
y él va tomando decisiones, o dejando que la vida las tome por él, que le
llevan a comer, cenar o tomar café con una serie de líderes mundiales que van
desde Franco hasta Stalin pasando por Harry Truman o Johnson.
Una historia
rocambolesca, absurda, divertida y genial para pasar buenos ratos y hasta echar
unas carcajadas.
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