sábado, 9 de noviembre de 2013

Hannibal


Menuda castaña. Sabemos, con seguridad, que Thomas Harris es perfectamente capaz de escribir buenas novelas (El dragón rojo y El silencio de los corderos son una maravilla). Pero esto generó un problema. Esta última novela, junto con su adaptación a la gran pantalla, con Jodie Foster y Anthony Hopkins en sus papeles de la agente especial Clarice Starling y el macabro doctor Hannibal Lecter, se convirtieron en un éxito tal, que el autor quiso exprimir la máquina de hacer dinero. Y pretendió hacerlo con una novela que no comienza mal, con la agente Starling sufriendo acoso laboral y el doctor Lecter escondido en Florencia dedicándose a vivir como a él le gustó siempre, disfrutando de caprichos lujosos.
Por otra parte, está una de las víctimas del doctor Lecter, Mason Verger: un hombre puede que más malvado que su mismo verdugo, enganchado a una máquina para vivir, sin cara debido a las ocurrencias del maquiavélico doctor. Y con dinero a espuertas. Y quiere que el doctor muera, pero quiere que muera sufriendo, y él verlo y grabarlo para poder verlo una y otra vez. Y puede pagar su entretenimiento.

A partir de ahí, una simple carnicería con un final tan sorprendente e increíble que no merece la pena volver a pensar en ello. Clarice Starling se merecía una suerte mejor.

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