A la URSS de los años 30 llega un
joven ingeniero asturiano, militante comunista, Elías Gil, a colaborar con los
gobernantes en sus obras de ingeniería. Por una serie de circunstancias, acaba
en la isla de Názino, en Siberia, formando parte de una pequeña pieza de la
historia que yo no conocía hasta la lectura de esta novela.
Elías consigue escapar de la mano
de la mujer que le ha enamorado, Irina, junto con su hija Anna. Pero la vuelta
a la civilización desde la estepa siberiana será un largo suplicio durante el
cual, quien podía haber sido un héroe se convierte en un villano. Elías volverá
a España, tendrá cargos de responsabilidad durante la Guerra Civil, se casará,
tendrá hijos… Pero su rivalidad con Igor Stern, quien le robó un ojo y también huyó
de Názino, le perseguirá durante toda su vida.
En los años 60 Elías desaparece, y
su nombre se convertirá en mito para muchos. Pero no para su hija Laura, quien
muchos años después se suicida tras ser acusada de la tortura y asesinato del
asesino de su propio hijo. Gonzalo, su hermano, un anodino abogado, investigará
la situación llevado por las circunstancias, pero la historia se complica cada
vez más, siempre teniendo como telón de fondo la sombra de Elías.
Estremecedora historia, contada
con maestría. Quizá el final deja un sabor de boca un tanto extraño, con la
sensación de querer saber más…
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