Pierre Lemaitre me sorprendió hace
un tiempo con dos fantásticos ejemplares de novela negra repletos de tensión y
angustia. En esta ocasión, la novela que he terminado transcurre por senderos
mucho menos truculentos, aunque también en ocasiones poblados de incertidumbre.
La novela comienza al finalizar la
I Guerra Mundial, con un pobre soldado, desgraciado en su vida personal, que
está a punto de morir por culpa de un superior, malvado y manipulador. Le salva
la vida otro soldado desgraciado, cuya familia no lo soporta por su marcada
tendencia homosexual. La desgracia se abate sobre ellos, y este último acaba
con heridas que le acompañaran de por vida, desfigurando su cara y
convirtiéndoles en un adicto a la morfina.
El sentimiento de culpabilidad y
agradecimiento, junto con la impresión de fatalidad, están presentes de manera
continua en esta novela. Y finalmente, la moraleja existe: los buenos consiguen
una vida mejor, y los malos son castigados… Todo, con un trasfondo histórico
muy interesante: la infinidad de muertos en la I Guerra Mundial, y la
corrupción inherente a su reubicación en cementerios militares.
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