Pierre Lemaitre sabe crear un clima de angustia
en sus novelas de corte policíaco, de tal manera que hay que seguir avanzando y
avanzando para acabar y dejar de sufrir.
En esta ocasión, la tercera entrega del
desgraciado policía Verhoeven (aunque en esta novela no es tan desgraciado)
comienza con la explosión de una bomba en el centro de París. El responsable se
entrega, y confiesa que hay seis bombas más escondidas en diversos lugares. A
cambio de no hacerlas estallar, sólo pretende una cosa: que él y su madre sean
liberados, enviados en un avión al extranjero, y se les haga entrega de tres
millones de euros. Su madre está encarcelada por haber atropellado, de manera
deliberada, a su novia (con la que se iba a ir a vivir).
Verhoeven entra en la psicología del terrorista,
y comprende que no hay más solución que dejarle marchar, si no quieren hacerse
responsables las autoridades de un montón de muertes. Casi, casi llega a comprenderle,
pero le falta un pequeño detalle…
No hay comentarios:
Publicar un comentario