En esta cuarta entrega de Canción
de hielo y fuego he echado de menos a unos cuantos personajes. En concreto,
¿dónde está Tyrion? ¿Qué están haciendo Daenerys y sus dragones? ¿Cómo está el
Muro, y sobre todo, cómo está y qué hace Jon Nieve?
Al finalizar el libro, el autor nos desvela lo que ha ocurrido: el
libro iba aumentando hasta que se convirtió en algo excesivo para una única
entrega, y optó por dividirlo en dos. Así, la quinta parte (Danza de dragones)
nos revelará las andanzas de estos “abandonados” durante el Festín de cuervos.
Casi todo transcurre en las tierras de Poniente, no cruzando
apenas el Mara Angosto salvo para saber algo de la vida que Arya, la pequeña de
los Stark, se está labrando en las ciudades libres. Dorne cobrará especial
protagonismo, estando allí la princesa Myrcella y revelándonos las intrigas que
se tejen a su alrededor, donde las mujeres dornienses tienen un gran papel.
Pero la intrigante por antonomasia es Cersei Lannister, quien
gobierna con mano de hierro desde que Tyrion asesinó a su padre. Con poco
acierto, pues su cabeza no es la de su padre ni la de su enano hermano, y se meterá
en demasiadas intrigas demasiado complicadas. Intentará acabar con la esposa de
su hijo Tommen, el niño rey, pero Margaery es muy querida en el reino y las
cosas pueden salir muy mal. Sin la ayuda de Jaime, su hermano desencantado y
tullido, la dejaremos al final del libro al borde de la muerte y el deshonor.