He de reconocer que tardé bastante tiempo en cogerle el hilo a
este libro. De hecho, iba por la página 100 (son más de 400) y aún no tenía muy
claro de qué iba.
Hay una serie de historias y personajes por los cuales el relato
va saltando de capítulo en capítulo. En concreto, el suicidio inicial de un
joven que al parecer tiene una buena vida no parece tener explicación, y de
hecho no la tiene hasta el final de la novela. Por otra parte, está un joven
desequilibrado y obsesivo, víctima de niño de abusos sexuales, que escribe su
diario y en él habla de cuatro mujeres: la Tía, la Doña, la Loquera y la Gorda.
¿Quiénes son esas mujeres? Hay que buscarlas entre el resto de las historias
entrelazadas que van salpicando la novela de tristes momentos.
Tristes, porque el fondo es sórdido. En el fondo, hay una trama de
prostitución y de trata de mujeres; hay hombres que se aprovechan de su poder
para abusar de mujeres y niños; hay maltratadores que se sienten por encima de
la ley.
Y hay también quien quiere acabar con estos abusos, como los
investigadores policiales que se encuentran con varios muertos sobre la mesa, y
quien toma, como se dice habitualmente, la calle de en medio. ¿Es lo correcto? Sí pero no, no pero sí.
Una novela que me ha hecho reflexionar sobre aspectos éticos
asociados con el tema de los abusos sexuales, prostitución, etc. No estoy de
acuerdo con las afirmaciones de uno de los personajes: “todos son sucios y
malvados”, ahora bien, cuando en el camino hay uno que sí lo es, y sale indemne
de su crimen, ¿hay soluciones alternativas?
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