Si el primer tomo de la saga acabó con la decapitación de uno de
los “buenos” de la historia, y su muerte acabó con los sueños de varios de los
protagonistas, el final de este segundo tomo es, si cabe, más impactante aún. Sin
dar detalles, el incendio y abandono de uno de los sitios más emblemáticos de
los Siete Reinos no puede dejar a nadie indiferente.
Robert ha muerto y ahora reina Joffrey, bien aleccionado por su
madre, la malvada Cersei Lannister, y ayudado por su tío Tyrion. Ahora bien, en
los siete Reinos hay otros muchos reyes autocoronados o coronados por sus súbditos:
el rey en el Norte, el favorito de los lectores, Robb Stark; Stannis Baratheon, quien se considera legítimo
heredero (y probablemnte lo sea); su hermano Renly Baratheon. Cruzando el Mar
Angosto, Daenerys de la Tormenta, Madre de Dragones, se considera también la
legítima heredera; si esto fuera poco, en Pyke los Greyjoy también se
autoproclaman reyes de su territorio. Esto sólo puede desembocar en un choque
de reyes.
En esta novela aprendemos a apreciar la inteligencia y sabiduría
de Tyrion Lannister, el tío enano del rey Joffrey, quien con sus sabios
consejos hará todo lo posible para que este preadolescente malvado conserve el
reino.
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