Inauguro el año 2018 con John Grisham, igual que acabé el 2017. En
esta ocasión, con uno de sus clásicos, de hecho es la primera novela que
escribió, y se nota. Se nota que el libro tiene treinta años y no por su
ranciedad precisamente.
En una sociedad racista, dos hombres blancos, borrachos y
traficantes de drogas, secuestran a una niña de diez años, la violan y la dejan
por muerta tras darle una paliza. La niña sobrevive y, tras ser detenidos los
dos violadores, el padre los mata a sangre fría. La pregunta es: ¿debe ser
castigado por ello, o debe ser aplaudido por librar a la sociedad de semejantes
personajes?
Choca por otra parte que, sólo treinta años después, haya
comentarios que suenen tan anticuados. Supongo que debido a una serie de cambios
sociales que se han producido, ahora nos parece extraño que un hombre desee que
su mujer no tenga ambiciones profesionales, sino simplemente quiera ser esposa
y madre. Al menos, a mí me parece muy raro. Por otro lado, la necesidad de
“protección” especial hacia las niñas con respecto a los niños. O el paso casi
de puntillas por el tema de la homosexualidad, tratándola más bien como algo
jocoso.
Pero en síntesis, la pregunta es: ¿ese padre vengador debe ser
ejecutado? El joven abogado blanco luchará hasta la extenuación para impedirlo,
dejando por el camino su casa y su familia. Pues la pregunta no es sólo qué
decidirá el jurado, sino también qué puede hacer el Ku Kus Klan para influir en
el veredicto.
En conjunto, una excelente novela judicial, que para ser la
primera de John Grisham he tardado demasiado tiempo en leer.
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