Anna Fox vive en Nueva York, en
concreto en una gran casa en Harlem. Lleva once meses sin salir de ella, y
cuenta con las visitas de su médico, su fisioterapeuta y también con un
inquilino en el sótano. No viven con ella su esposo Ed y su hija Olivia, y
desde el principio intuimos que ha habido algún problema que ha desencadenado
una separación, quizá temporal o quizá definitiva. Ahora bien, habla con ellos
regularmente.
Anna mira por la ventana, y ve
desde su atalaya la vida de sus vecinos de las casas de alrededor. Imagina
cosas y averigua secretos. Cuando se mudan los Russell a la casa de enfrente,
comienza a observarlos. Un matrimonio, un hijo adolescente.
Anna toma mucha medicación, y
contra las prescripciones del médico, lo mezcla con alcohol. Esta medicación
puede dar lugar a alucinaciones, y eso es lo que cree la policía cuando ella ve
(o quizá cree ver) un asesinato en la casa de los Russell.
Este thriller psicológico, contado
día a día desde la perspectiva de una mujer que lucha contra su agorafobia, su
dependencia de los fármacos y el alcohol, y muchos otros problemas que apenas
podemos intuir, engancha casi desde el minuto uno. Una gran novela de misterio.
Al parecer, el año próximo saldrá la adaptación al cine. Habrá que ir.
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