En una de sus primeras novelas, Julia Navarro nos lleva al
infierno iraquí previo a la Segunda Guerra del Golfo. Una expedición
arqueológica organizada por Clara Tannenberg, nieta de un miembro de las SS,
despótico y criminal, busca las tablillas de barro donde un escriba refirió los
relatos de Abraham sobre la creación del mundo. Es decir, la Biblia escrita en
barro.
Hay varias conspiraciones en marcha. Una de ellas es la de cuatro
niños que sobrevivieron al campo de concentración de Mathausen, donde Alfred
Tannenberg, un carnicero sin escrúpulos, asesinó a sus madres de una manera
brutal. Ellos se juramentaron para buscarlo y matarlo, junto con todos sus
descendientes, y muchísimos años después parecen haber encontrado una pista.
Por otra parte, el expolio de tesoros arqueológicos de Oriente
Próximo es un negocio muy próspero donde tampoco hay remordimientos si es
necesario llegar al crimen para conseguir los objetivos, y eso lo saben bien
los amigos y socios de Alfred Tannenberg, quien es ya un anciano enfermo pero
con mano férrea sigue dirigiendo su vida, sus negocios y todo lo que sucede a
su alrededor, y sobre todo alrededor de su nieta.
La trama se hace un poco pesada al principio, y va mejorando según
se avanza hasta llegar a un esperado (o inesperado) final.
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