He tardado veinticuatro horas escasas en acabar con este libro. Me
ha enganchado totalmente. Ahí tenemos a Manuel Bianquetti, un policía del que
sospechamos desde el principio que tiene un pasado muy triste, malviviendo en
una comisaría de Cádiz, sin gran cosa que hacer. Pero cuando una adolescente de
dieciséis años aparece muerta, y todas las sospechas recaen sobre el novio de
la joven, nuestro inspector (que ya mismo se convertirá en mi favorito) no cree
lo que parece obvio.
Sin permiso, e incluso contraviniendo órdenes, se dedicará a
investigar el crimen. Según van pasando las horas (pues el relato dura apenas
un fin de semana) la cosa se va complicando, y el inspector va confirmando sus
intuiciones. Pero Bianquetti, habilidades sociales no tiene muchas, su aspecto
tampoco acompaña, y lo que no sabemos es cómo puede acabar toda esta sórdida
historia.
Una pequeña maravilla de la novela negra actual. Y transcurre en
Cádiz. ¿Qué más se puede pedir?
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