Dejé al comisario Knutas y a su compañera
Karin hace ya un tiempo, en su idílica isla de Gotland (a la que no descarto
viajar en algún momento de mi vida). El comisario Knutas, en un momento trágico
de su vida, que desembocaría en una grave depresión, de la que ni siquiera el
inicio de su relación sentimental con Karin, compañera de siempre, le
apartaría.
La historia comienza con la desaparición de
una niña de tres años, Vilma, una mañana de septiembre, del trabajo al que
había acompañado a su madre. No hay ninguna pista y sorprendentemente, la niña
aparece en perfecto estado tres días después. La policía no tiene ninguna
pista, y Karin, quien lleva el caso, no hace avances.
Unos días después, desaparece otra niña en un
mercadillo de sábado. En medio del gentío, su madre la pierde de vista y no
vuelve a verla. Cuando la madre aparece muerta un día después, el principal
sospechoso es su marido, con antecedentes por alcoholismo y violencia. Pero esa
no es la realidad, pues sospechamos que detrás hay algo más, una historia de
soledad…
Mientras tanto, Karin y Knutas van afianzando
su relación, pero el comisario Knutas comienza a detectar pequeñas casualidades
(¿o no?) que le hacen pensar que alguien le está siguiendo y metiéndose en su
vida. La novela acaba de manera insólita, y estoy deseando comenzar la
duodécima entrega de estos crímenes en Suecia.
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