martes, 3 de noviembre de 2020

Como polvo en el viento

 



La literatura de Leonardo Padura era para mí una perfecta desconocida. Había leído sobre él y sobre sus novelas, cómo no, pero no me había sumergido en una de sus historias, hasta hace tres días.

Y tres días me ha durado esta pequeña maravilla que cuenta la historia de una diáspora. Tomando como núcleo a Clara, Clara y su caracol, Clara y su casa, refugio de todos sus amigos (el Clan), el autor nos introduce en la vida de un grupo de amigos que, nacidos en Cuba en el principio de la revolución (año 1959), viven su adolescencia y su juventud en La Habana. Son niños que no lo pasan mal, salvo uno de ellos (Darío) que siempre huirá de la miseria que le acompañó en sus primeros años de vida. Forman una pandilla, un Clan, cuyo lugar de reunión es la casa de Clara. Allí celebrarán muchas fiestas, pero sobre todo Fin de Año y el cumpleaños de la anfitriona.

Precisamente una fotografía del cumpleaños número treinta de Clara caerá en las manos, veinticinco años después, de su hijo residente en Miami, y de su novia, neoyorquina de ascendencia cubano-argentina, que encontrará en la fotografía a alguien a quien no esperaba: su madre, Loreta, una mujer llena de secretos.

Este misterio será el desencadenante para que Padura nos deleite con una novela repleta de personajes entrañables, que en 1989 eran felices un día de enero, y que dejaron de serlo de un día para otro. Y que veinticinco años después, están repartidos por todo el mundo, cubanos por el mundo, cada uno con su historia, como polvo en el viento.

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