Una noche de tormenta en
la isla de St. Kilda, en el norte de Escocia. Se acerca la Navidad, y la isla
va a quedar casi vacía. Allí hay una serie de personajes a los que iremos conociendo
y apreciando, alrededor de un pequeño hotel: la joven española que ha huido de
una pérdida; la señora mayor cuya enfermedad degenerativa no le ha hecho perder
el buen ánimo; el anciano estrafalario pero excelente persona; el joven que
viene de Escocia y no entiende muy bien el espíritu de la isla…
A la vez, aparece a la deriva
La Caja, así, con mayúsculas. La Caja es un objeto que no entendemos nosotros, ni
entiende nadie del pueblo, pero todos quedan subyugados por su fuerza, por la
acción de su atracción que hará a muchos de los habitantes del pueblo convertirse
en lo que no son, y sacar lo peor de sí mismos con el fin de hacerse con el
secreto de La Caja.
Me ha recordado
enteramente a mi adorado Stephen King, creando una excelente atmósfera de terror,
con esa sensación de que habrá un momento final, un momento cumbre en la historia.
Como efectivamente, lo hay.
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