La semana pasada tuve ocasión
de ir al teatro, y la obra elegida fue Las guerras de nuestros antepasados.
No había leído el libro, y me dije que era el momento.
Pacífico es un joven
peculiar, residente en un pequeño pueblo de la Castilla profunda, un pueblo con
todas las características de la época. Su familia está compuesta por el Bisa,
el Abue, su padre, su abuela, su madre, su hermana y su tío Paco. Cada uno de
sus mayores ha hecho su guerra, y se la cuentan con pelos y señales. Pero
Pacífico no tiene aspecto de ser un buen soldado, de hecho no tiene mucha
fuerza, no está bien del pecho y además tiene una sensibilidad muy extraña tanto
con las plantas como con los animales.
Pero Pacífico ha acabado
en prisión, y las conversaciones que mantiene con el médico de la cárcel
durante siete noches seguidas son transcritas tal cual en la novela, que es
totalmente dialogada. Las razones que han llevado a un joven como él, sin
maldad y sin haber tenido jamás indicios de inclinación a la violencia, hasta
la cárcel, se nos van revelando a lo largo de estas interesantes conversaciones,
hasta llegar a un final inesperado.
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