Segunda novela de Annie Ernaux
que leo en la última semana. De nuevo autobiográfica, cuenta su primer verano
de libertad, el de 1958, cuando poco antes de entrar en la universidad y salir
de su casa, trabaja como monitora en un campamento. Allí comienza a
relacionarse por primera vez con chicos, y desde el primer momento establece
unas relaciones totalmente anómalas. La primera noche que pasa con un joven
monitor la marcará para siempre, y el resto de la novela es la consecuencia de
aquella noche.
Vuelvo a sentir poca
simpatía por “esa chica” que es la autora cincuenta años antes de contarlo. Es
una chica que no piensa, que solo actúa sin reflexionar, que no mide las
consecuencias de sus decisiones. Es cierto que al principio tiene diecisiete
años, pero el tiempo va avanzando y sigue actuando con una inconsciencia incomprensible.
Estupendamente escrito, desde
un punto de vista muy intimista, pero yo necesito empatizar con la protagonista
para que de verdad me llene un libro. Eso sí, no descarto continuar leyendo a
esta autora.
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