Pierre Lemaitre nunca falla,
sobre todo cuando escribe relatos de intriga. En esta ocasión, no tenemos entre
manos un thriller como tal, pero la historia engancha desde el minuto uno.
El contexto es el siguiente:
un niño preadolescente juega en el bosque en los días previos a la Navidad de
1999. Se siente un poco solo por diversas circunstancias, y en un momento dado
también enfurecido por la muerte de un perro que le hacía mucha compañía. Esta
furia le hace, casi accidentalmente (aunque de eso habría mucho de qué hablar)
utilizar un palo contra un niño de seis años con tan mala suerte que del golpe,
el niño muere.
El resto del libro no son
más que las consecuencias de este acto, no involuntario pero tampoco
premeditado, no bondadoso (por supuesto) pero tampoco totalmente maligno. El
niño tratará de ocultar el crimen y, sorprendentemente, lo consigue con la
ayuda del huracán Lothar, que arrasará su pueblo al día siguiente. Este huracán
acabará con las pruebas que pudiera haber dejado y también con las energías que
toda la población hubiera puesto para encontrar al niño, pues la reconstrucción
del pueblo era más urgente.
Años después, nuestro niño
se ha convertido en un joven universitario acabando la carrera de Medicina, pero
lo que hizo ha marcado su existencia. El miedo a que el cadáver del pequeño sea
descubierto en el bosque nunca le ha abandonado, y estas circunstancias le
llevan a tomar una decisión crucial para su vida.
Novela magistralmente
narrada, siempre desde el punto de vista del joven atormentado, con el que empatizamos
pero solo hasta cierto punto, y vivimos con él la angustia que le guía a lo
largo de su vida.

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