Por ahora, creo que he quedado saturada de Juan Valera. Aunque en
esta ocasión, la historia es diferente: no hay una heroína virtuosa, pues
Rafaela, la protagonista, de virtuosa tiene poco. De hecho, debe su fortuna al
matrimonio con don Joaquín, en Brasil, tras pasar por Lisboa y labrarse allí
una reputación no precisamente de santa. Una vez casada, continúan sus
aventuras amorosas a espaldas de su esposo. En defensa de Rafaela, decir que es
cariñosa, buena y pretende siempre ayudar a todo el que está a su alrededor. Y
¿qué mejor manera de hacer felices a sus amigos que convirtiéndolos en amantes?
A la descripción de la sociedad brasileña del siglo XIX le sigue,
ya casi en el desenlace, las reuniones parisinas en las que Rafaela aparece de
nuevo, mostrando, como el título de la novela indica, genio y figura hasta el
fin.
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