Dejé a Bridget Jones
hace unos años, felizmente instalada con su gran amor Mark Darcy, y no volví a
saber de ella hasta hace unos días. Helen Fielding consiguió en su día retratar
magistralmente a una mujer treintañera, obsesionada con su peso y con encontrar
novio. Veinte años después, Bridget es una trágica viuda con dos niños pequeños
que trata de sobrevivir en el mundo de los mensajes por teléfono, de las redes
sociales, que sigue peleándose con la báscula y (cómo no) tratando de encontrar
un novio.
Hay momentos para
llorar, y de hecho yo he soltado más de una lagrimita. Es muy triste estar
viuda con dos niños y sobrellevar la soledad en compañía exclusivamente
infantil. Pero esta Bridget es, si cabe, aún más hilarante que la antigua. Geniales.
Sólo puedo calificar así algunos de los momentos, quizá el mejor sea cuando
Bridget se pregunta cómo decirle a su novio treintañero que quizá, sólo quizá,
le haya contagiado los piojos de sus hijos. Todas las que somos madres sabemos lo
horrible que es encontrar piojos en las cabezas de nuestra prole, pero supongo
que decírselo al novio veinte años más joven debe ser durísimo…
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