La segunda novela de
la Trilogía del Baztán de Dolores
Redondo comienza unos meses después del final de la primera entrega. Justamente,
en el momento en el que la inspectora Amaia Salazar se incorpora a su trabajo después
de su baja maternal, con todo lo que conlleva el sentimiento que tiene de
abandonar a su hijo.
Desde el momento en
que su vida vuelve a la rutina, comienzan a sucederse los hechos que vuelven a
relacionarla con crímenes cometidos en el valle de su infancia. Los ataques
contra una parroquia con la consiguiente profanación se agravan cuando aparecen
restos óseos de niños recién nacidos, que sorprendentemente acabarán siendo de
la familia de la inspectora.
Todo se entremezcla
con la historia reciente familiar, con las historias de brujas de antaño y
siempre, siempre, con la figura de la madre de Amaia, malvada y loca.
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