En plena posguerra en Alemania,
hay un gobernador británico buena persona. En lugar de echar a la familia
alemana de la casa en la cuál va a instalarse con su familia, decide compartir
la casa con ellos y pedirles que se queden en la última planta. Esta decisión
le plantea una serie de dificultades, en primer lugar con su esposa, que sigue
sufriendo tras la muerte en un bombardeo de uno de sus hijos, y sigue odiando a
los alemanes a consecuencia de ello. En segundo lugar, con sus compañeros de
ocupación, quienes consideran que hay que humillar a los alemanes con el fin de
que no levanten cabeza. También con la familia alemana, pues a pesar del agradecimiento
por parte del padre, viudo de guerra, la hija sigue odiando a los británicos
por haber asesinado a su madre en los bombardeos…
Las relaciones que se establecen
entre alemanes y británicos son retratadas de manera muy veraz en esta
excelente novela. Una parte del final de la guerra que no es muy conocida, la
de las fuerzas de ocupación en la Alemania devastada.
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