Antonino el Canijo vive en Fuensanta
de Martos, un pueblo de la sierra sur de Jaén, a finales de los años 40. Tiene nueve
años y es bajito para su edad, cosa que preocupa a su padre, guardia civil de la
zona. Su vida transcurre entre su casa, con su madre y sus dos hermanas, y la
escuela. Siempre, como ruido de fondo, está el asunto de los bandoleros del
monte, entre ellos el famoso Cencerro, odiado por unos y admirado por
otros. Antonino, como hijo de guardia civil, debería temerle y odiarle, pero no
puede evitar sentir una secreta admiración por un hombre tan valiente.
Pepe el Portugués se
instala en la zona y parece ser un hombre normal, interesado en ganarse la vida
y poco más. A Antonino le encanta, en verano, bañarse en el río, en una zona
muy cercana a la casa de su nuevo vecino. Así trabarán amistad un hombre joven
y un niño, amistad que cambiará para siempre la vida de Antonino. Porque Pepe
parece un buen hombre, y lo es. Parece amable, y lo es. Pero parece cobarde, y
no lo es. Y también parece amigo del régimen, y tampoco lo es.
Antonino es un niño muy listo, y
mientras aprende mecanografía, y taquigrafía, y francés, y mientras lee libros
de aventuras de Julio Verne que va devorando uno tras otro, comprende que en
Fuensanta de Martos hay mucho miedo escondido. Incluso en su propia casa. Y
entiende al fin el origen de muchos silencios y sobreeentendidos entre sus
padres.
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