Karin Fossum sabe integrar, sabiamente, la novela negra
tradicional con los aspectos más psicológicos de la mente criminal. En esta
ocasión, el relato viene dado desde la perspectiva del protagonista, un hombre
malvado en el más amplio sentido de la palabra, es decir, un hombre que disfruta
viendo sufrir a los demás. Un enfermero geriátrico que pellizca y tira del
cabello a sus pacientes impedidos, que tira al retrete la medicación que les
corresponde… Un hombre sin un gramo de empatía ni con los enfermos a su cargo
ni con cualquier otra persona.
Una de las pocas relaciones que establece, con un hombre alcohólico
que pasa el tiempo en el mismo parque que él, se complica y acaba asesinando al
pobre hombre y enterrándolo en su propio jardín.
Cuando poco después, en la residencia en la que trabaja, se comete
un crimen, sus compañeros ya han comenzado a sospechar de él y es acusado. Pero
él es inocente de ese crimen, e intentará por todos los medios salir indemne de
todo el asunto.
Los pensamientos del protagonista, la maldad, egoísmo y egocentrismo
que se desprenden de su mente, son explicados de manera magistral por Karin
Fossum, adentrándonos en una mente enferma.
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