martes, 6 de agosto de 2019

Los niños de Lemóniz



Al igual que Patria hace algunos años, me ha impactado esta historia. No conocía yo la historia de la central nuclear de Lemóniz, planeada al final del franquismo y ejecutadas sus obras en plena transición. Hubo movimientos antinucleares por toda la zona, y desgraciadamente de aquellas propuestas se adueñó ETA, convirtiendo unas protestas totalmente legítimas en una serie de atentados con varios asesinatos.
Pero esta es la historia contada a través de los ojos de Ángela, una niña que comienza la novela con tres años, una madre embarazada y un padre ingeniero, que está poniendo en marcha la central. Al principio es una niña feliz y despreocupada que vive en un pequeño pueblo de la costa guipuzcoana, con su amiga Laura, en la misma situación que ella. Pero las cosas van empezando a cambiar, primero con las protestas y luego con las amenazas. Es dantesco ver cómo, a través de los ojos de unaniña, se van normalizando cosas tales como mirar en los bajos del coche por si hay una bomba, el cambiar de coche o de itinerario continuamente, el no poder jugar en el parque porque los niños se van... Y todo como un juego, porque así lo quisieron sus padres, que la pequeña Ángela no perdiera la niñez.
Pero también están los funerales, y el ver cómo algunos de sus amigos se quedan sin padre, y ver cómo normaliza esta situación. Me ha impresionado especialmente una frase casi al final del libro, cuando Ángela le dice a su amiga Laura (con seis años ambas) que se van a mudar pero que no sabe sidará tiempo antes de que su padre se vaya al cielo...
Un testimonio desgarrante dando voz a otros grandes perjudicados de aquella época: los niños.

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